La libertad según Sartré

16.07.2020
¿Somos realmente libres? Sartre rechaza la idea de un ser superior que determina el curso de la vida del hombre, lo que implica que el ser humano es responsable de su existencia, y dado que nada está predestinado, el hombre está condenado a ser libre porque una vez en el mundo es responsable de todo lo que hace. En síntesis, el hombre está condenado a decidir y definirse, pero está obligado a elegir dentro de esta libertad.Tal reflexión me deslumbro desde la primera vez que la escuche, sin embargo, una vez en el mundo, no estamos condenados a ser libres como dijo Sartre. No pretendo decir que nadie es responsable de sus actos ni de sus consecuencias, pero al final no decidimos nada. Estamos condenados desde que nacimos. Condenados a nuestros padres, nuestra familia, incluso a nuestros amigos; condenados a creer en algo, algunos hasta condenados a no cuestionar nada, bien sea por coacción o por indiferencia o porque esa es su naturaleza, porque también la respuesta a nuestro entorno, desde lo más profundo de nuestro ser está condenada a cierta predisposición genética. La palabra condena puede resultar peyorativa, pero de ninguna manera pretendo emplearla con ese fin. Algunos nacen muy bien condenados, la mayoría no tanto. Algunos nacen en familias pudientes, en ciudades libres y desarrolladas, pero sigue siendo una condena porque nadie escoge tal suerte. Para la mayoría, algunos están condenados desde su nacimiento a tener todo lo que otros aspiran, pero incluso nuestras aspiraciones no son libres, también las determina nuestro propio ser y nuestro entorno.Entonces, ¿Es realmente libre quien nace condicionado por las circunstancias que lo rodean y las circunstancias propias e inherentes a su ser? ¿No estamos condenados a merced de eventos fortuitos que enfrentamos desde que nacemos?Estamos condenados de muchas maneras, incluso a ser unos más libres que otros, pero la peor condena es la del que no se cuestiona nada, y ni siquiera es culpable de tal desavenencia. Algunos pasan la vida y no despiertan de la lasitud, no se asombran, y esa es la peor condena de todas, la de los que nunca les surge el por qué.
© 2020 César Moros. Todos los derechos reservados.
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