Que no olviden tu nombre, Daniel.

La segunda vez que escuché el nombre de Daniel Zamudio sentí escalofríos. Estaba de pie a unos cientos de metros de la plaza en la que fue brutalmente asesinado. La plaza donde "mataron a un cabro un grupo de nazis por maricon". Había escuchado eso años atrás, y mi mente lo asoció inmediatamente a un caso que conmovió a Chile, que desató un movimiento social y que tuvo amplia cobertura internacional.
Era todo lo que sabía y en aquel momento no le preste atención, además desconocía los detalles de la historia de Daniel. Pero esa noche sentí escalofríos, y me sentí así porque me sentí vulnerable. Porque hasta ese momento la calle que desde hace unas noches frecuentaba para reunirme con un grupo de amigos y en la que me sentía tranquilo y seguro, era la misma calle que fue objeto de atención de latinoamerica y una parte del mundo unos años atras, una calle que jamas pense en transitar, porque ni siquiera habia pensado en ella en toda mi vida, la calle donde Daniel una noche perdió la vida por ser maricon.
Me sentí abrumado, esa noche aquella calle cualquiera había cobrado vida para mi. No se sintio como una calle mas de ahí en adelante, estaba frente a un sitio historico y tragico en el que cualquiera como yo pudo haber sido el fatidico protagonista. De eso iba la conversación con amigos que continuó con detalles imprecisos sobre lo que pasó esa noche. Daniel, además de ser maricon, estaba borracho y frecuentaba las plazas y los parques para realizar cruising y aquel dia coincidió con los monstruos que después de compartir con él se convirtieron en sus verdugos y lo asesinaron de la forma más cruel y despiadada que pudieron. "Hay un documental de Daniel" comentaron. Y fue lo último que se habló de eso. La conversación tomó otro curso, pero yo no podía dejar de pensar en el muchacho y en lo que sucedió.
Vi los documentales, leí la prensa, entrevistas, artículos periodísticos, reacciones, declaraciones y horrorosos mensajes de usuarios de facebook y twitter.
Daniel llegó ebrio a la plaza San Borja el 3 de marzo de 2012 y se quedó dormido cuando un grupo de hombres que frecuentaban el lugar y estaban bebiendo alcohol se acercaron a él, lo despertaron, le invitaron trago, conversaron y Daniel les contó que era gay. Lo dejaron dormir de nuevo, lo echaron de la plaza y después lo recogieron y lo llevaron de vuelta. Lo patearon, lo escupieron y orinaron mientras le gritaban maricon. Dibujaron esvásticas en su cuerpo con el vidrio de una botella que le rompieron en la cabeza, le arrojaron repetidas veces una roca en las piernas y se reían porque cuando se quebró sonó como "hueso de pollo" Le arrojaron la misma roca en el abdomen y la cabeza mientras repetían que los maricones como el "ensucian su país". Cuando se cansaron o se aburrieron, da lo mismo, arrojaron su cuerpo moribundo detrás de un árbol y se retiraron a la Alameda a tomar el transporte público en la madrugada como si nada hubiese pasado. Eso sí, tuvieron la osadía de relatar en la micro y después a una amiga como "le sacaron la mierda a un maricon en el parque San Borja"
Lo que sigue después son testigos y testimonios que permitieron llegar a ellos, enjuiciarlos y encerrarlos. La promulgación de una ley contra la discriminación que tenía siete años en el congreso y el nombre de Daniel Zamudio asociado a la historia de Chile y del movimiento LGBT.
De Daniel se ha dicho mucho, que frecuentaba bares, era promiscuo, era borracho, que quería ser famoso, era amable, buen amigo o que era buen hijo. Un periodista hizo un libro que no leí, del que se hizo una serie para televisión que causó polémica porque retrata a Daniel como un muchacho que tuvo una vida similar a la de sus asesinos. Ni hablar de las redes sociales, que paralelo a los mensajes de solidaridad y amor algunos osan culpar a Daniel de su muerte, por llevar determinado estilo de vida, por estar borracho en una plaza o por juntarse con las personas equivocadas.
Sea cual sea la historia de quien era Daniel, incluso si es cierto que era promiscuo, fiestero y borracho, a Daniel no lo mataron por esas razones, lo asesinaron por ser maricon. Si a los borrachos los mataran por estar borrachos en una plaza, todos los días encontraríamos sus cadáveres en las zanjas. El ensañamiento con el que mataron a Daniel y la conducta previa de los monstruos que lo asesinaron (uno cumplia una condena de cinco años por violencia contra extranjeros y gozaba de medidas de libertad condicional) evidencia que lo asesinaron por su condición. Su actuar fue motivado por el odio, el mismo odio que se respira a diario en Chile y en Latinoamérica. La mezcla de agresivos mensajes de izquierda y derecha que alimentan la psiquis de sujetos extremadamente violentos que crecieron en hogares disfuncionales y que pretenden usar como justificación del desenlace fatídico de Daniel y sus asesinos a la falta de educación, al abandono familiar, a la pobreza y bajo esta premisa pretenden meter a víctima y victimarios en el mismo saco. Todos son victimas del sistema, dicen.
Lo cierto es que fueron cuatro sujetos quienes una noche decidieron convertirse en asesinos. Una noche tomaron toda la ira, esa que va zumbando en su cabeza durante el día diciéndoles que son unos fracasados y marginados, y que les susurra en la psiquis excusas amparadas en su condición social. Su mente es un pasticho ideológico que va desde el nacionalismo conservador de derecha donde los homosexuales son maricones que manchan su país y de ahí caminan a la extrema izquierda antisistema que culpa a los ricos de toda su desgracia. Y como si no bastara no tener idea de absolutamente nada, usan la esvástica nazi para marcar a su víctima como símbolo de su rebeldía.
Y esa es su excusa también, la excusa de la ira es su propia ignorancia y pobreza. Sin embargo, nada de aquello es cierto. Y es que si en la calle sobran mensajes de odio, el mundo tampoco es que esta exento de mensajes de amor, solidaridad y respeto al projimo. La realidad es que fueron ellos lo que arrojaron la piedra. No fueron sus padres que los abandonaron, ni las oportunidades que supuestamente les faltaron, ni los discursos políticos agresivos, ni el alcohol ni las drogas ni el sistema. Fueron ellos, cada uno de ellos, individual y colectivamente esa noche, con sus propias manos, quienes decidieron que la vida de un muchacho no valía nada. Que el dolor no era tan malo como para causarlo. Que se lo merecía todo por ser un maricon.
A la fecha, uno de ellos ya cumplió su condena y se encuentra libre, los otros según la prensa tienen un comportamiento excepcional por lo que posiblemente consigan algunos beneficios que pudieran incluir libertad condicionada. Al día de hoy, desde la cárcel uno de ellos amenaza en video "que no lo provoquen porque termina matando a otro weon", visiblemente enojado porque en la cárcel donde cumple su condena alguien le robó el control de un play. Esos mismos que no se han arrepentido nunca, están dando la prueba de la PSU y obtienen buenas notas en historia y aspiran al salir de la cárcel empezar la universidad. La justicia ya cumplió con su fin, encontró a los culpables, los condenó sin la agravante de discriminación, porque no existia la ley en aquel momento y también les otorgó los beneficios de los que gozan, porque hasta los monstruos tienen derechos humanos.
Hoy estuve frente a la cruz que reposa en el lugar donde agonizo Daniel Zamudio aquel 3 de marzo de 2012. No hice planes de pasar por allí, no pensaba escribir sobre Daniel, simplemente coincidimos, la cruz y yo. Un pequeño altar abandonado en la esquina de la plaza es el memorial de Daniel. Algunos objetos sucios y una tétrica figura de dos ángeles sosteniendo a un bebé que por el efecto de una vela terminaron con todo el rostro quemado, lo que convierte el tenso ambiente que se siente frente a ese lugar en algo tetrico. En ese lugar no murió Daniel aquella noche, su cuerpo inerte y ultrajado fue encontrado horas despues y trasladado a la Posta Central donde aguanto conectado hasta el 27 de marzo del 2012.
Daniel es una persona común y corriente con un desenlace que nos marca a todos. A todos los que alguna vez hemos sido víctimas de discriminación. A todos a los que nos han agredido por ser diferentes, a los que hemos sido objeto de burlas, ultrajes y humillaciones por ser amanerados, por caminar afeminados, a fin de cuentas, por ser maricones. A Daniel lo han querido desprestigiar por supuestamente haber sido promiscuo, por acostarse con muchos, o por abusar de sustancias. ¿Y qué? ¿Y qué pasa si es verdad? Quienes lo culpan solo quieren reafirmar el imaginario colectivo que asocia al maricon con el sexo, las drogas y la promiscuidad. Y aun siendo verdad, solo a los maricones y las mujeres las matan según esa premisa, pero la realidad es que no los condenan por nada de eso, los condenan por su condición. Por eso estos crímenes son tan abominables, porque lo único que los motiva es el odio y el desprecio por el otro. Porque ciertamente quien mata por robar comete un crimen atroz. Pero una noche, Patricio Ahumada, Alejandro Angulo, Raúl López y Fabián Mora decidieron que ser maricon era una buena razón para matar a Daniel Zamudio.
Daniel, hoy no camino a casa tranquilo como todas las noches. Cada vez que paso por el parque San Borja siento miedo, ira, frustración e impotencia. Aquella noche fuiste tú, y a pesar que la justicia hizo su trabajo, seguimos siendo todos, todos los que tenemos miedo de caminar, de ser, de que se note, de provocar. La verdadera justicia llegará Daniel, el día que todos podamos ser libres de ser, expresar y sentir lo que queremos sin temor a que un grupo de monstruos disociados nos humillen, se burlen, nos ataquen o como a ti, nos asesinen. Ojalá nunca olviden tu nombre, Daniel.